lunes, 24 de octubre de 2011

El sombrero de Chejov

Empieza una crítica teatral en El País de hoy  de la siguiente hermosa manera: cuenta Gorki que un día sorprendió a Chéjov intentando atrapar con su sombrero un rayo de sol, infructuosamente. Me ha gustado mucho esa imagen tan poderosa de Chéjov tratando de capturar un rayo de sol con su sombrero, pero no sólo como anécdota, sino como descripción de una actitud vital que muchos compartimos en estos días en los que en todas partes se puede comprobar como desde el más anónimo de los ciudadanos al más insigne de sus representantes nos esforzamos por atrapar en nuestros sombreros ese rayo de luz o ese rayo de paz que, envuelto en repugnante retórica y con una forma del todo insuficiente, se desprende pese a todo del comunicado en el que ETA anuncia el cese de su actividad criminal. Al menos de la parte armada de la misma. El comunicado es insuficiente, sí, porque no es la base sobre la que construir un futuro justo con las víctimas, que es un futuro justo a secas, pero es una buena noticia porque implica, de ser cierto, que en el futuro no habrá nuevas víctimas que lamentar y porque no conlleva más contrapartida política que el hecho de que a partir de este momento se abre un horizonte de disolución y entrega de armas a partir del cual la política podrá ser un instrumento normalizado con el que tratar el problema. Problema que no es, por cierto, la independencia de Euskadi ni la situación de los presos, dicho sea de paso: las "consecuencias del conflicto" son el terror y las víctimas, la falta de libertad, lo demás son consecuencias lógicas de un sistema democrático que no puede dejar de castigar a los delincuentes, por más que pueda ser generoso con ellos si lo considera oportuno o si conviene a un bien mayor.
Lo insuficiente del comunicado en sí mismo hizo que no me resultara especialmente creíble, pero las reacciones, casi unánimes, de tantos y tantos implicados que ven en él el punto final necesario para que exista un punto de inicio, la ingente cantidad de personas a las que podemos ver sombrero en mano tratando de atrapar rayos de luz, por débiles y otoñales que éstos sean, me hace concebir la esperanza de que sea posible atraparla y de que sirva para algo más que para tener cientos de sombreros luminosos que almacenar en el sotano gris de la desilusión cuando se les agote la energía de este primer momento. Ojalá seamos capaces de mantenerlos entre nosotros alumbrando un futuro de paz y que, aunque sea por una vez, no sería la primera, el intento de Chejov no sea infructuoso.