jueves, 22 de septiembre de 2011

La leña ignífuga

El Presidente Rodríguez Zapatero se despide del parlamento y probablemente se inaugure el tiempo de la leña del árbol caído, pero no pienso abandonar mi costumbre de ir contracorriente y cambiar la pluma por el hacha, no merece la pena. A expensas de cómo el tiempo y el recuerdo modelen caprichosamente el recuerdo del personaje, hoy día la tarea del leñador resulta estéril en primer lugar porque probablemente la leña ni arda y en segundo porque este árbol en concreto antes que caído fue amortizado y llega la hora de mirar hacia delante en positivo, si es que la búsqueda de lo positivo es posible dadas las ya maltrechas energías, tan desgastadas en la búsqueda de lo necesario, de lo inmediato. Y pelearse con su última e inesperada herencia en forma de avales para los partidos extraparlamentarios, la más escandalosamente antidemocrática de las medidas que este Gobierno que se dice socialista haya tomado en sus años de mandato, curiosamente con el beneplácito del principal grupo de la oposición. Se ve que a los principales partidos de este país les preocupa que sus votantes tengan que buscar sus papeletas entre las de muchos otros, no sea que alguno se confunda y elija lo que no toca.
En fin, la campaña que se avecina se me antoja anodina y desmotivante por parte de los mayoritarios y difícil y frustrante por parte de los que no los son, queda confiar en que opciones como la anunciada coalición de partidos republicanos o equo puedan entrar en el congreso. Y poco más. Dénse por escritas las buenas palabras de rigor, lo cortés no quita lo valiente, y comencemos a tratar de arreglar las cosas, empezando por votar con responsabilidad cada uno a la opción con la que se identifique, sin cálculos preelectorales, votos útiles, narices tapadas ni malos conocidos. A lo mejor si por una vez comenzamos la construcción de la democracia desde abajo, implicándonos y no rifando nuestra representatividad y cometiendo dejación de funciones de nuestra responsabilidad ciudadana, arreglamos algo.

martes, 20 de septiembre de 2011

Rubalcaba y la soberanía popular

Opina el candidato Rubalcaba, parece ser que imbuido de un espíritu ultrademocrático que desde luego no iluminaba al Gobierno del que formaba parte cuando decidió reformar la ley electoral para obstaculizar (y en muchos casos impedir en la práctica) la participación de los partidos extraparlamentarios en los procesos electorales, que lo que el pueblo aprueba en referéndum debe ser respetado y, en caso de entrar en conflicto esa decisión popular y soberana con el marco legal vigente, éste debe cambiarse. Nada que oponer excepto el sorprendente olvido en alguien que presume de inteligencia de señalar que debe ser todo el pueblo concernido por una ley quien pueda cambiarla vía referéndum, no sólo parte, y esta sinécdoque más que un despiste no puede entenderse sino como un grosero acto de demagogia preelectoral. Cabría preguntarle al candidato Rubalcaba, ya que se muestra partidario de adaptar la constitución a la decisión (perfectamente respetable, por cierto) del pueblo catalán, que hará si posteriormente se convoca un referendum en Galicia en el que se decide, en determinados aspectos, lo contrario. ¿Hay que cambiar las normas comunes cada vez que una parte del territorio decida en referendum algo que entre en contradicción con éstas? ¿Para qué sirve entonces el Tribunal Constitucional o, ya que estamos, la Constitución?
Si lo decidido en el Estatut de Catalunya es razonable y aceptable, nadie debe rasgarse las vestiduras porque se busque la manera de encontrarle cabida en nuestro marco legal, pero porque sea bueno, se sitúe en el camino del interés general y mejore de la forma que sea lo existente hasta ahora, pero no porque la población de una determinada Comunidad Autónoma lo decida en referéndum.